¡ Madre tierra !

¡ Madre tierra !
véndeme, tus ojos de cielo,
confúndeme en ternura
como el viento en su frescura,
perpleja en espejos de agua,
al consagrarme a ti, madre tierra;
tú, territorio sagrado de rocío,
entre el espíritu del padre cielo,
y tu vientre en devoción,
al nacimiento de cada arroyo,
que se levanta como la montaña,
en una gota de verdor del alma,
aleteando el eco al amar,
de los ancestros que sangran,
al oír el hombre, en débil deseo,
de destruirte, condenarte al odio,
darle muerte a su existencia,
a su prole, a sus frutos,
que vergüenza, nos atañe Madre;
es ironía ni el animal más salvaje ignora,
el desnudo de quien lo amamanta,
o el cortejo de tu dulce abrigo,
que no es una herencia de pájaros,
es lírica del cielo y del universo,
enlazada a tu inteligencia, a mi vida,
a vuestra excelencia, a tu hermosura,
mi ambición de explorarte, son mi pena,
más aún bendice mis hijos
y a tus hijos de tu vientre
para que vosotros seáis eternamente poesía,
bendita seas Madre bella, ¡ mi tierra!,
bendito sea el inventor de esta poesía.

AHIDALID ALVARADO ROJAS.

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